Gozosos del Ministerio
Jesús mismo enfatiza con palabras sumamente poderosas este punto en Lucas 10:20.
Jesús había enviado a seis docenas de «otros», además de los doce discípulos, «delante de Él, a toda ciudad y lugar adonde Él había de ir» (Lc 10:1). Encomendó a estos setenta y dos con solemnidad, advirtiéndoles del rechazo y de ser «como corderos en medio de lobos» (Lc 10:2-16). Sin embargo, su ejercicio de adiestramiento resultó mucho más fructífero de lo que podían prever, y quedaron encantados. Regresan con gozo, exclamando: «Señor, hasta los demonios se nos sujetan en Tu nombre» (Lc 10:17).
Jesús, el maestro, aprovecha la importancia de este momento. Aquí hay una oportunidad de dejar una impresión para toda la vida y para toda la era de la iglesia. Ciertamente, no es malo regocijarse en los frutos del ministerio, hallar gozo en lo que el Dios Todopoderoso escoge por gracia realizar a través de Su pueblo en la vida de los demás, ya sea predicando y enseñando, u ofreciendo agua fría, o expulsando demonios.
Aquí los setenta y dos se maravillan, en parte, «hasta [de] los demonios». Sus alegrías no eran solo las del ministerio ordinario y constante, sino las palpitantes emociones de lo extraordinario, el deleite de lo inesperado, la sensación del poder sobrenatural. Estaba claro que su ministerio había sido fructífero. Los setenta y dos no se equivocaron en lo que observaron e informaron. Jesús lo afirma, así como su alegría: «Les he dado autoridad para pisotear sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo» (Lc 10:19). «Sí», dice Jesús, en efecto. «Estas son alegrías verdaderas y buenas. Es justo regocijarse al ver avanzar el reino de Dios y liberar a las almas oprimidas». Cuando las almas oprimidas son liberadas viene el giro.
Jesús deja atónitos a los encantados ministros al trasladar su canto a un registro diferente. Él honra el gozo de los ministros, y lo hace llevándolos al cielo, haciendo que el momento sea eléctrico al llamar la atención sobre lo que es aún más importante.
Sin embargo, no se regocijen en esto, de que los espíritus se les sometan, sino regocíjense de que sus nombres están escritos en los cielos (Lc 10:20) y tengamos cuidado de nuestros enemigos y de los malos espíritus.
Aún mayor que lo que Dios hace a través de Sus ministros, incluso por encima de los poderes sobrenaturales, es lo que hace por ellos. Mucho mayor que el nombre de un ministerio abajo es el registro de sus nombres arriba. Con la declaración «sus nombres están escritos en los cielos», Jesús pone los gozos del ministerio en su lugar —para los setenta y dos y para nosotros— no hablando mal de ellos, sino hablando de algo aún mejor.
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