Aconsejar es una tarea difícil para todo
consejero y especialmente cuando se trata de ayudarse primero así mismo
para poder aconsejar a otros, generalmente las presiones de la vida postmoderna
que se manifiestan en descarga en nuestro organismo debido al estrés, que son
el producto de una vida desorganizada, la cual necesitamos mejorar.
Hay constantes problemas involucrados en la vida de otros y de nosotros
mismo. Hay situaciones del pasado que pueden destrozar nuestra vida, sino la
trabajamos adecuadamente y dejamos atrás el pasado, perdonando y olvidando.
También hay situaciones de salud: cerebro,
nervios, Corazón, digestión y funcionamiento muscular entre otros. La
típica creencia que si un Cristiano tiene estrés es un absurdo y estamos siendo
víctimas del enemigo. Aunque la realidad de lo aprendido por medio esta clase
me demostraron lo contrario.
Cuenta Antonio Encarnación, que en el pasado
tuvo que sufrir graves penurias psicológica, física y en ocasiones
espiritualmente extenuantes. Esto me condujo al agotamiento por el exceso de
trabajo, pérdida progresiva de idealismo, energía y propósito que experimentan
las personas dedicadas a brindar ayuda profesional a otros individuos, cuando
el mismo padeció todo esto. Decadencia en el trabajo. Bíblicamente, podemos
describir lo anterior como “desgastarse tratando de hacer el bien”. El
agotamiento es común en todos los profesionales que se dedican a ayudar a
otros, incluyendo a los consejeros y los ministros. Según Dr. Stacey esto
ocurre con mayor frecuencia en personas perfeccionistas que son idealistas,
profundamente comprometidas con su trabajo, renuentes a decir no y con
inclinación a ser trabajadores compulsivos.
Por medio de este estudio comprendí que
existen siete áreas vitales para confrontar el estrés o el agotamiento:
1. Trabajar con nosotros mismos y tener nuestro
proyecto de vida, antes de trabajar con otros
2. Necesitamos la fortaleza espiritual que se
obtiene a través de períodos regulares de oración y meditación en las
Escrituras.
3. Necesitamos el apoyo de unas pocas personas
que nos acepten por quienes somos y no por lo que hacemos.
4. Cada uno de nosotros necesita al menos una
persona amorosa y comprensiva con quien poder llorar; una persona que conozca
nuestras debilidades, pero en quien podamos confiar de que no usará dicho
conocimiento en contra nuestra. Cada uno de nosotros debe evaluar
constantemente el impulso fundamental de alcanzar el éxito.
5. Necesitamos recordar que nuestro valor
personal proviene de Dios y no de la necesidad de producir o ser exitosos.
6. Necesitamos tomar tiempo libre o períodos
regulares lejos de personas demandantes y horarios de trabajo.
7. Mejorar nuestras destrezas ministeriales es de
gran ayuda para evitar el agotamiento y aprender cómo manejar el conflicto,
cómo aconsejar mejor, o cómo decir “no”.
8. Podemos compartir la carga animando a otros
creyentes a ser consejeros voluntarios sensibles y a ayudar a otros a llevar
sus cargas.
Los líderes de hoy viven y deben trabajar a un ritmo no acelerado sino balanceado,
aun a pesar de las muchas ocupaciones y responsabilidades. Necesitamos hacer
frente a las incertidumbres y a los cambios para no vivir tan preocupados que
la vida nos enfrenta constantemente a situaciones que ponen a prueba nuestra
capacidad de adaptación. Necesitamos aprender a decir “no” y dejar de
“controlarlo todo” y tratar de hacer todo lo que esté a nuestro alcance, sin
afectarnos a nosotras mismas y a los demás.
Debemos poner atención a comprender las
señales que nos envía nuestro cuerpo y reconocer con claridad cada situación
que se presenta y vivir nuestro presente con más confianza y ver con
objetividad lo que nos pasa y pasa a nuestro alrededor. Es una manera de salir
del estrés aceptando nuestra realidad y tomando una actitud de apertura en nuestra
mente, pensando que al huir de nuestra realidad no es la solución.
Al estudiar cómo ayudar a otros a través de la
Consejería, podemos tener ideas positivas para afrontar el estrés inapropiado y
no dejarnos dominar ante las presiones de la vida hasta el punto de
desorientarme, y no poder pensar más flexiblemente sin contrariedades y que
estas no me afecten por las desilusiones aisladas de un mundo irreal.
Artículo
por: Autor Invitado de la Universidad
Cristiana Logos
Comentarios
Publicar un comentario