Amadas hermanas y amigas, queridas lectoras. Hoy quiero compartir un breve estudio acerca de la Alegría Espiritual, algunas ideas fueron tomadas de Ministerios en Contacto y completado por quien suscribe. Antes de iniciar este tiempo, les invito a orar un momento entregando nuestros corazones y mentes a Dios, pidiendo su cobertura y protección, rogando que nos llene de gozo espiritual, de Su Paz, humildad y un corazón para servir y obedecer. Dios nos ayude como mujeres a ser productivas en nuestros hogares, seamos casadas o solteras. Que tengamos a Dios en primer lugar.
Ahora quiero invitarte a leer Filipenses 1:1-18
El
apóstol Pablo demostró que el gozo espiritual es posible incluso en tiempos de
adversidad. De hecho, su epístola a los Filipenses, escrita durante un tiempo
de encarcelamiento, es conocida por sus repetidas referencias al regocijo.
Pero, ¿alguna vez has sentido como si hubieras perdido tu alegría? Esto puede
suceder por varias razones:
• Enfoque
Incorrecto. Al centrarse en Jesús, Pablo pudo alabar a Dios a pesar de
las duras pruebas. Concentrarse en las dificultades puede hacer que el deleite
se desvanezca. Vuelva a enfocarse a través de elogios para traerlo de vuelta.
Centrémonos en lo correcto, en lo bueno y puro, en lo verdadero.
• Desobediencia. El
pecado roba nuestro gozo porque interrumpe nuestra comunión con Dios (Sal.
66:18).
A medida que recibimos su perdón y lo obedecemos, el gozo regresa. Te invito a
estar a los pies de Jesús rogando misericordia, con actitud de obediencia,
haciendo lo correcto, resistiendo el mal, siendo prudente en todo.
• Lamento. Desplazamos
la alegría cuando nos detenemos en los errores del pasado. El Señor nos ha perdonado
(1
Juan 1:9).
Él quiere que elijamos vivir en Su gracia y seguir adelante. Roguemos que el
Gozo del Señor premie en nuestras vidas a pesar de las situaciones difíciles y
pasadas, no nos quejemos de nada, perdonémonos a nosotras mismas, no repitamos
historias pasadas negativas, no nos dejemos acusar o acosar del maligno ni de
ninguna persona usada por el maligno. Seamos firmes y fuertes en el Señor,
llenémonos de La Palabra de Dios.
• Miedo. La
alegría y el miedo no pueden coexistir. Estamos llamados a vivir por fe,
pidiéndole a Dios que satisfaga las necesidades de hoy y confiándole el futuro.
Aunque sintamos temor o miedo, es mejor ser prudentes, actuar en fe y con
sabiduría.
• El
Sufrimiento de los Demás. ¿Cómo podemos regocijarnos cuando otros
sufren? Romanos
12:15 dice
que debemos llorar con ellos, pero también debemos ofrecer la esperanza de la
presencia, el poder y la provisión de Dios.
Un
espíritu constantemente abatido es un pobre testimonio de esperanza (Sal.
42:11).
Fija tu mirada en el Salvador y deja que su alegría se convierta en la tuya. Entonces
puedes desbordarse hacia quienes te rodean.
Fielmente
en Cristo,
Evelyn Calcaño Cepeda
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