Amadas hermanas y amigas, queridas lectoras:
Hace un tiempo estuvimos estudiando en 1 Samuel 30:1-8, e hicimos la publicación en nuestro espacio Mujer Verdadera de Iglesias Reformadas, y ahora me permito publicarla en nuestra página de la fundación, con el objetivo de bendecir a mis lectoras. En nuestro estudio vimos cómo David empezó a enfrentar el peor día de su vida, aplicando principios que le dieron la victoria. Lo primero que hizo David, fue llorar. David y todos los hombres de su ejército lloraron hasta que no le quedaron fuerzas de tanto llorar (v4). Sin embargo, David supo cuando dejar de llorar. Llegó el momento cuando al oír la instrucción de Dios, se levantó debajo de los arboles llorones y siguió el sonido de la marcha, para nosotros este sonido es Su Palara que nos dice: " Levántate, resplandece porque ha venido tu luz.".
Hoy continuaremos estudiando un segundo principio que aplicó David: “NO AMARGARSE” y para concluir estaremos, dando la clave que fortaleció a David para vencer sobre su adversidad.
El panorama iba de mal en peor para David, todo el pueblo consideraba que lo ocurrido era culpa de él, por esto querían apedrearlo hasta matarle. Su dolor se agravó, no porque lo querían apedrear si no por "quienes" lo quería hacer, se trataba de hombres que, durante mucho tiempo, día tras día, David instruía enseñándoles y dándole lo mejor de él. Eran los enlutados, los endeudados, los deprimidos que le siguieron, aquellos que vivían en cuevas oscuras y que David llevó a la luz, a los que puso a brillar tanto… que hoy se conocen como: “Los valientes de David”, pero parecía que ya habían olvidado de lo que él hizo por ellos. ¿Qué había ocurrido con estos hombres? Habían permitido que la amargura infectara sus almas. Y en su amargura, solo tenían un deseo: destruir!.
No te amargues, la amargura no tiene lugar en el camino de la recuperación. Un espíritu amargado es increíblemente destructivo. Una raíz de amargura que comenzó con una persona ha arruinado familias enteras, compañías, e iglesias. La amargura comienza con una semilla de ofensa, una ofensa que rompió los límites personales, un robo que se llevó lo que apreciabas, alguien que te ha robado lo que amas, pero una cosa debes tener clara: la semilla de la ofensa no la puedes cultivar. Como cristiano tú tienes una sola opción y es: Debes perdonar!. El perdón te mantiene en el flujo de la gracia de Dios, y la gracia de Dios evitará que una semilla de ofensa eche raíces en tu corazón. Nunca olvides que el perdón es una decisión, no un sentimiento.
Dios no nos dijo perdonen y olviden. Hay algunos acontecimientos que ocurren en la vida que nunca olvidaremos, pero pueden estar tan cubiertos por la gracia de Dios mientras vivimos una vida de perdón, que al final el dolor es borrado.
Perdón implica deferir la justicia a Dios, ya no nos incumbe, al hacerlo, el mal no tiene la última palabra, y al mal no se le permite definirnos, este es el mayor logro del perdón. El perdón puede salvar tu vida, y mantenerte en el camino con Jesús. En el libro se hace referencia a un predicador que dio una fórmula para tratar con las ofensas inevitables de la vida.
La fórmula es:
No maldecir ni responder de igual manera, no la alimentes, no repitas las cosas negativas, ni las ofensas, sino desvanécela, y anúlala.
Cuando tú eliges perdonar, desvaneces los afectos negativos de la amargura y anula la maldición asociada a ella.
Tú y tus relacionados beben de las aguas que fluyen de tu propio corazón, asegúrate de que se mantengan dulces. No te envenenes con un espíritu amargo. Si tú eliges hablar palabras positivas, palabras de vida, en vez de negativas y de críticas, puedes convertir tus aguas amargas en dulce, como lo hizo Moisés cuando arrojó la rama.
FORTALECERSE EN DIOS
Al mirar a su alrededor, David no tenía a nadie que lo alentara, todos los demás estaban inmersos en su amargura, así que solo tuvo un recurso: fortalecerse en el Señor, su Dios.
Seguramente no tendría ganas de cantar, pero lo hizo de todos modos. Cantar fue simplemente una decisión que David tomó. Por medio de la alabanza y la adoración David cambió su perspectiva, su espíritu fue elevado desde la circunstancia que lo rodeaba a la presencia de aquel que es sublime y exaltado. Por medio de la alabanza y la adoración, David cambio su enfoque, de modo que por los ojos de la fe el contemplaba a El Shaddai (Se cree que ese momento, David cantó el Salmo 34) diciendo:
Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma. Lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre. Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.
No había nada que fuera alentador en las circunstancias, y si se hubiera limitado a concentrarse en su situación con seguridad habría caído en una profunda depresión. Pero se fortaleció a sí mismo en Dios. Dios era la constante de David porque Dios no cambia. El autor del libro dice: Fácilmente puedo imaginar a David sentado en las cenizas cantando, “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores”. Ese es el lenguaje de la fe!.
Rehúsese a engrandecer los problemas. Rehúsese a engrandecer las actuales circunstancias negativas, esto solo lo conducirá a un mayor desaliento. No analice sus problemas con lupa, por el contrario, hable de la grandeza de Dios y de su poder. Goddwell Avwomakba dice: “Cuando usted engrandece a Dios, empequeñece su problema”. ¡Simple, pero cierto!
Mientras David cantaba sus alabanzas, le sobrevino un cambio, una chispa de fe encendió una esperanza, y David pudo sentir que se estaba fortaleciendo. Si tú vas a recuperarte del peor día de tu vida, entre las primeras cosas que debes recuperar esta el gozo, y para esto tú debes alabar a Dios. La Biblia dice: No os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.
Queridas hermanas, les animo a leer la segunda parte de este estudio en una próxima entrega.
No nos olvidemos de hacer el bien, de fortalecernos en Dios, de alabar a Dios, de no centrarnos en las circunstancias. Te invito a orar en silencio un momento pidiendo la Gracia y fortaleza de Dios.
Fielmente en Cristo,
Evelyn Calcaño Cepeda
Comentarios
Publicar un comentario