Al iniciar este año hemos tratado de enfocar a
nuestras lectoras y lectores en metas y objetivos, en que seamos mujeres de oración,
enfocarnos en no ser egoístas, en hacer y tener resoluciones para mantener el
equilibrio y balance y más aún en medio del confinamiento en que vivimos, he escrito sobre el legado a nuestra próxima generación. He
participado con tres grupos en estos días, donde hemos tenido los primeros días de oración y ayuno entregando este año a
Dios y las diferentes áreas y situaciones de nuestra vida. Hoy quiero que nos
enfoquemos en humillarnos ante Dios, limpiemos nuestra mente y corazón,
reflexionemos y comencemos este año con el perdón, alabemos a Dios que nos guía
a limpiar nuestro corazón e iniciar este año en blanco y manteniendo las buenas
relaciones. Ayer en la mañana compartía un retiro en que nos humillamos delante
de Dios, ofrendando a Dios, alabando a Dios y presentando nuestro corazón a Dios. Cerrando el periodo de oración de inicio de año, presentando las personas que hemos ofendido, y presentando las personas que nos
han ofendido y herido. Es tiempo de perdonar y olvidar el pasado, es tiempo de
arreglar cuentas y dejar todo peso que nos pueda asediar y llenarnos del amor
de Dios y seguir adelante.
¿Conoces a alguien que jamás haya cumplido sus metas
para el Año Nuevo? ¿Recuerdas algún propósito, resolución o reto personal de
año nuevo que has completado? Año tras año millones de personas compran zapatos
y ropa para correr, hacen promesas de dejar algún habito pecaminoso o que no
agrada a Dios, y se retan a sí mismos a perder 80 kilos (176.37 lb). Se trazan
metas financieras, trabajo y hasta ministerios. Semanas después de dar inicio a
sus esfuerzos los retos se olvidan a pesar de las mejores intenciones. Y no es
que necesariamente nos damos por vencidos, sino que en medio de las
responsabilidades usuales de la vida cotidiana (y las costumbres arraigadas)
poco a poco las metas se van desapareciendo — para resurgir nuevamente el
próximo 31 de diciembre. Bueno, para este año queremos proponer una meta que
todos podemos alcanzar— EL PERDÓN.
Todos necesitamos tanto recibir como dar el perdón. Pero, hay tres
clasificaciones que debemos considerar.
Dios nos regala Su perdón una vez para siempre, cuando venimos a El en arrepentimiento y fe
En primer lugar, tenemos el perdón que Dios nos regala
una vez para siempre en conexión con el regalo de la vida eterna—cuando creemos
en Jesús. El apóstol Pablo afirma:
Pero al que obra, no se le cuenta el salario
como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que
justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla
de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no
inculpa de pecado. (Romanos 4:4-8)
Dicho perdón se recibe gratuitamente por fe sola. No
podemos comprarlo ni con buenas obras pasadas ni con promesas de cambios
futuros en nuestro comportamiento. Cristo pagó completamente por ese perdón cuando
murió por nosotros en la Cruz y nos lo da cuando creemos en Él como Salvador.
Dos otras categorías de perdón se desprenden de este — el perdón de familia
(que les pertenece sólo a creyentes) y el perdón que nosotros otorgamos a
aquellos a quienes nos han herido.
Dios nos da Su perdón familiar (LA GRAN FAMILIA DE CRISTO) e individual cuando confesamos nuestros
pecados
Hay un perdón de familia que le pertenece sólo a
creyentes y trata con la armonía familiar y comunión entre el cristiano y Dios.
Este perdón se obtiene por medio de la confesión de nuestros pecados a Dios.
Juan lo explica así:
Este es el mensaje que hemos oído de Él, y os
anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en Él. Si decimos que
tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la
verdad; pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con
otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos
que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado,
le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. (1
Juan 1:5-10)
Los creyentes necesitan este perdón ya que por un lado
retenemos la capacidad para pecar y por el otro necesitamos mantener nuestra
comunión con Él. El creer en Cristo nos da la vida eterna una vez para siempre,
y el confesar nuestros pecados facilita nuestra comunión con Dios a través de
nuestra vida cristiana. Asimismo, hay otra clasificación de perdón que le
pertenece al cristiano.
Dios nos dice que perdonemos como Él nos ha perdonado
La Biblia también nos habla de nuestro perdón hacia
otros. Dicho perdón también se relaciona al que Dios nos da como creyentes en
Cristo. Esto se ve claramente en las instrucciones del apóstol Pablo al
respecto:
Quítense de vosotros toda amargura, enojo,
ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con
otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó
a vosotros en Cristo. (Efesios 4:31-32)
El perdón de Dios hacia nosotros sirve como base y
ejemplo para nuestro perdón hacia aquellos que nos han herido, ofendido, o
lastimado a nosotros. El creyente no debe dejar que otros lo hieran por gusto o
permanecer en situaciones abusivas, pero no debe vengarse, guardar rencor, o
rehusar perdonar a otros.
Conclusión
El perdón nos puede ayudar a comenzar bien el nuevo
año. Si aún no has creído en Cristo como Salvador puedes leer el Evangelio
según San Juan y reflexionar en pasajes tales como el siguiente, y ¡creer!:
Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree,
no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído
en el nombre del unigénito Hijo de Dios. (Juan 3:16-18)
Ahora unas palabras a los creyentes que tienen muchos años
en el Señor a cristianos maduros, a cristianos Si ya hemos creído en Cristo, y
si hemos madurado, pero tenemos alguna situación que enfrentar o tratar,
alguien a quien perdonar, podemos examinar nuestra vida a la luz de las
Escrituras y confesar cualquier pecado que descubrimos —confiados de que Él es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1
Juan 1:9b). Y, si necesitamos perdonar a otros lo podemos hacer con la ayuda de
Dios.
Limpiemos nuestro corazón diariamente, pidamos tener gozo,
perdón, clemencia y la ayuda de Dios, misericordia.
Finalicemos con este texto Bíblico:
Filipenses
3:12-14
Reina-Valera
1960
12 No
que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si
logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
13 Hermanos,
yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
14 prosigo
a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Fielmente, con amor, tu amiga y hermana,
Evelyn
Calcaño Cepeda
Comentarios
Publicar un comentario