Amadas
lectoras y amigas, hoy continuamos con nuestro estudio de algunas mujeres de la
Biblia. Hemos hablado anteriormente de la vida de Débora, mujer valiente, de
testimonio y Jueza de Israel. Una mujer de Dios, amaba a su pueblo y trabajo
para el bien común de Israel. Aconsejaba y dirigía. Una mujer de la cual
podemos aprender. No todas estamos llamadas a ser Deboras, pero Dios permite
que conozcamos a esta mujer valiente de Dios, porque es posible que aun en
nuestra época, podamos aprender de ella y es posible que algunas mujeres como
ellas se hayan levantado para servir a nuestra nación. SI te has preparado como
consejera, como administradora, te animo a ser valiente y aportar en la posición
que Dios te haya colocado. Dios nos ha llamado a ser mujeres de hogar, a servir
y apoyar a los esposos, a guiar a los hijos, a servir como mujeres en el
ministerio, pero puede que Dios también nos haya colocado providencialmente y
por un tiempo en alguna posición de liderazgo para apoyar a nuestra nación.
Sirvamos con amor, integridad dedicación y lealtad.
Veamos
a Débora:
Débora
era una profetisa y jueza que lideraba a Israel cuando no había rey. Ella
convocó el ejército y animó a los guerreros a derrotar a los opresores. Bajo el
liderazgo de Débora, Israel tuvo paz durante 40 años.
Los
guerreros de Israel desaparecieron;
desaparecieron hasta que yo me levanté.
¡Yo, Débora, me levanté
como una madre en Israel!
Jueces 5:7
La primera vez que se menciona a
Débora en la Biblia, se dice que es una profetisa. Aunque no es un título
común en la Biblia, Débora no fue la única. * Además,
esta fiel mujer también actuaba de jueza, zanjando disputas y dando las
respuestas de Jehová cuando surgían problemas en la nación (Jueces
4:4, 5).
Débora
vivía en la región montañosa de Efraín, entre Betel y Ramá. Tenía la costumbre
de sentarse debajo de una palmera para recibir a las personas y ayudarlas con
la guía de Jehová. Sin duda, la tarea era difícil, pero a ella no la
intimidaba. Además, la situación era preocupante. En una canción que más
adelante compuso con Barac, declaró la razón al decir: “Ellos procedieron a
escoger dioses nuevos. Fue entonces cuando hubo guerra” (Jueces
5:8).
En vista de que los israelitas le habían dado la espalda a Jehová para
servir a otros dioses, él los había abandonado en manos de sus enemigos. Ahora
estaban bajo el dominio del rey cananeo Jabín, quien tenía al frente de su
ejército al temible general Sísara.
Los israelitas temblaban con solo oír el
nombre de
Sísara. La religión y la cultura de Canaán se caracterizaban por su
terrible crueldad. De hecho, el sacrificio de niños y la prostitución en
los templos eran prácticas habituales. ¿Se imagina lo que sería estar bajo el
dominio de un general cananeo y de todo su ejército? Según el canto de Débora,
viajar por la nación era casi imposible y las aldeas estaban deshabitadas (Jueces
5:6, 7). Seguramente, la gente vivía
aterrorizada y tenía que esconderse en los bosques y las colinas, sin poder
cultivar sus campos ni andar por los caminos por temor a ser atacados, a
que secuestraran a sus hijos o a que violaran a sus mujeres. *
Los
israelitas estuvieron veinte años bajo esta cruel dominación, hasta que Jehová
vio que su terco pueblo había cambiado de actitud. O como dice la canción
de Débora y Barac: “Hasta que yo, Débora, me levanté, hasta que me levanté como
madre en Israel”. Débora estaba casada con un hombre llamado Lapidot. Aunque
no se sabe si tenían hijos, ella fue “madre en Israel” en el sentido de
que Jehová la escogió para que cuidara de la nación como una madre.
Le encargó que mandara llamar a un hombre fiel y valiente, el juez Barac,
para que se enfrentara a Sísara (Jueces
4:3, 6, 7; 5:7).
Débora animó a Barac a actuar como libertador del pueblo de Dios
Mediante
Débora, Jehová le comisionó a Barac que juntara en el monte Tabor a 10.000
hombres de dos tribus de Israel. Débora le transmitió la promesa de Dios de que
vencerían a Sísara, a su ejército y a sus 900 carros de guerra. Esta promesa
habrá sorprendido a Barac, dado que Israel no tenía un ejército y contaba
con muy pocas armas. Aun así, Barac estuvo dispuesto a pelear. Pero con una
condición: que Débora subiera con ellos al monte Tabor (Jueces
4:6-8; 5:6-8).
Algunos
opinan que Barac tenía poca fe y que por eso hizo esa petición, pero eso
no es cierto. A fin de cuentas, no le pidió a Dios más armas;
sino que un representante suyo fuera con él y sus hombres para darles ánimo (Hebreos
11:32, 33). Jehová estuvo de acuerdo y permitió
que Débora los acompañara. De todos modos, hizo que ella profetizara que
el mérito de la victoria se lo llevaría una mujer (Jueces
4:9).
Dios había decidido que una mujer mataría al cruel Sísara.
En la
actualidad, las mujeres son víctimas de muchas injusticias, actos de violencia
y abusos. Pocas veces se las trata con la dignidad que Dios quiere que reciban.
Pero él valora por igual a hombres y mujeres,
y todos pueden recibir su aprobación (Romanos
2:11; Gálatas
3:28). El caso de Débora nos recuerda que Dios
también honra a las mujeres al encargarles tareas importantes, demostrando que
confía en ellas. Por eso es fundamental que no adoptemos los prejuicios
que abundan en este mundo.
Consejera Bíblica Certificada
Certificada en Teología Universidad FLET
Master en Docencia y Gerencia Universitaria
Certificada en Metodología de la Investigación
Escritora y Editora de Libros Cristianos para Mujeres y
Libros Educativos
Directora Ejecutiva Fundación Viviendo por Principios y Fe
República Dominicana
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