Quiero invitarte antes de leer este estudio a orar y tener un tiempo en quietud, leer cada cita Bíblica y preparar tu corazón para crecer y ser enseñanza.
Algo importante es que he tomado algunas notas de una pagina donde han publicado historias de Mujeres de la Biblia, he ampliado, estudiado, corregido a nivel de corrección de Estilo, he revisado, agredo algunas enseñanzas y luego he publicado este estudio, esperando que sea de gran bendición a tu vida.
Amadas hermanas y amigas. Queridas lectoras, hoy continuamos con la vida de grandes mujeres de la Biblia. Estamos haciendo un recuento sus historias y queremos aprender de ellas. Hoy estamos publicando sobre Ana, una mujer de oración, valiente, devota y que cumplió sus promesas. Una mujer que Dios bendijo con hijos y que es resaltada porque fue la madre de Samuel. Ana no podía tener hijos, pero confiaba en Dios y oró con fe por uno. Cuando Dios se lo dio, ella se lo dedicó como muestra de agradecimiento. Samuel se crió en el templo y llegó a ser un gran profeta.
Ana
elevó esta oración:
Mi corazón se alegra en el Señor;
en él radica mi poder.
Puedo celebrar su salvación
y burlarme de mis enemigos.
1 Samuel 2:1
La historia de Ana se
encuentra en 1 de Samuel 1 y 2. Su marido Elcana, la amaba, pero Dios
había cerrado su vientre. Al no poder concebir, ella hizo un voto ante Dios y
le pidió que, si le daba un hijo, ella se lo entregaría todos los días de su
vida.
La historia de Ana
Todos los años Ana
acompañaba a su esposo a adorar y a ofrecer sacrificios a Dios en Silo. Y todos
los años, Penina, la otra esposa de Elcana, molestaba a Ana al punto de hacerla
llorar, recordándole que no podía tener hijos. Penina sí tenía hijos y le hacía
la vida miserable a Ana.
Entonces un año
mientras estaba en Silo, Ana oró a Dios en gran angustia; mientras oraba, Elí,
el sacerdote en el tabernáculo, la observaba. Él supuso, por su comportamiento,
que ella estaba borracha y la reprendió para que dejara de beber. Ella muy
respetuosamente le explicó: “No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de
espíritu” (1 Samuel 1:15). Y después le explicó que ella había derramado su
alma en oración delante de Dios.
La Biblia no menciona
si ella le dio a Elí detalles de su oración, pero ella le había orado a Dios
con fe pidiéndole que le concediera un hijo. Ella le hizo una promesa a Dios en
la oración diciéndole que si le daba un hijo, ella se lo daría para que fuera
su siervo.
“Eterno de los ejércitos,
si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te
olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo
dedicaré al Eterno todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su
cabeza” (1 Samuel 1:11).
Vale la pena resaltar
las condiciones de este voto por varias razones. Ella estaba dirigiéndose a
Dios muy respetuosamente, con fe en su poder y con una actitud humilde. Ella se
consideraba una sierva de Dios. También, ella estaba ofreciendo su primogénito
a Dios, como una persona reservada para el servicio especial al Señor. Ana
pretendía mantener su voto a Dios y dedicar su hijo a Dios y a su servicio
durante toda su vida.
El sacerdote Elí pudo
percibir que ella le había hecho una petición a Dios, y le dijo: “Ve en paz, y
el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho” (1 Samuel 1:17).
Démonos cuenta del
efecto que tuvo esta comunicación en Ana. Ella le respondió respetuosamente a
Elí: “Halle tu sierva gracia delante de tus ojos” (1 Samuel 1:18). Ella tenía
gran respeto por Elí, el siervo de Dios. Entonces, después Ana hizo algo
sobresaliente. Siguió su camino, comió y su rostro ya no estuvo más triste.
Ella tuvo fe. Ella creyó que lo que había pedido en la oración iba a suceder.
Ella iba a dar a luz un hijo varón.
El hijo de Ana
Con el transcurso del
tiempo, Dios respondió la oración de Ana y ella dio a luz un hijo. Como ella se
lo había pedido a Dios, le puso por nombre Samuel, que significa “pedido o
escuchado por Dios” (Unger´s Bible Dictionary [Diccionario Bíblico
de Unger], p.962). Ana mantuvo su palabra conforme al voto que había hecho. Tan
pronto destetó a Samuel, se lo presentó al sacerdote Elí.
Ana le dijo a Elí:
“Por este niño oraba, y el Eterno me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico
también al Eterno; todos los días que viva, será del Eterno. Y adoró allí al
Eterno” (1 Samuel 1:27-28).
Este fue un gran
sacrificio para una madre, entregar a su hijo, pero ella estaba resuelta a
cumplir su voto.
Samuel continuó
ministrando a Dios delante del sacerdote Elí. Año tras año Ana le llevaba a
Samuel una pequeña túnica cuando iba a Silo a adorar a Dios. Esta acción cada
año, demostraba su fiel amor por su hijo, y entonces Elí bendecía a Elcana y a
Ana, diciendo: “El Eterno te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió al
Eterno” a Jehová de los Ejércitos. (1 Samuel 2:20).
Dios también respondió a esta oración y
bendijo a Ana con tres hijos y dos hijas más. Samuel ahora tenía hermanos y
hermanas, y así ella se convirtió entonces en una feliz madre de más hijos. ¡La
mujer estéril se había convertido en madre de muchos más!
(1 Samuel 2:21).
La oración de Ana
Ana, al entregar a su
hijo a Dios en Silo, estaba tan inspirada por el Espíritu Santo, con un
espíritu de regocijo y verdad, que hizo una oración que quedó registrada para
que la lea todo el mundo en 1 Samuel 2:1-10. Tiene elementos proféticos y de
ánimo también.
Esta mujer de fe tiene
su propia oración registrada en las Sagradas Escrituras, de una forma muy
similar a la que las oraciones personales del rey David están registradas en la
Biblia para nosotros. ¿Qué palabras de verdad y sabiduría nos transmite Ana a
través de su oración?
Incluso antes de que
el rey David naciera, Ana oró: “Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se
exalta en el Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me
alegré en tu salvación” (compare 1 Samuel 2:1 con Salmos 9:14; 13:5 para ver
similitudes con las oraciones que hizo David después). Ana creía en la
salvación del Señor y se regocijaba en ella.
Ana también describe
algunos truismos de contraste: “Jehová mata, y él da vida; El hace descender al
Seol, y hace subir” (1 Samuel 2:6). ¡Ella creía en el poder de Dios para
levantar de la tumba a través de la resurrección!
Las palabras de Ana en
1 Samuel 2:8 también son proféticas y animadoras: “El levanta del polvo al
pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes
y heredar un sitio de honor”.
El salmo 113:7-9,
parafrasea en esencia esta parte de la oración de Ana: “El levanta del polvo al
pobre, Y al menesteroso alza del muladar, Para hacerlos sentar con los
príncipes, Con los príncipes de su pueblo. El hace habitar en familia a la
estéril, Que se goza en ser madre de hijos”.
Estas palabras son
similares a las que encontramos en la oración de María, la madre de Jesús.
“Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los humildes” (Lucas 1:52).
Dios entonces, inspiró el pensamiento de Ana, del rey David y a María para que
expresaran esencialmente los mismos conceptos.
La oración de Ana
termina con una profecía de la segunda venida de Cristo: “Delante del Jehová
serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos;
Dios, Jehová juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey, Y exaltará
el poderío de su Ungido” (1 Samuel 2:10).
Éste es un resumen muy
conciso de todo lo que han dicho los profetas acerca de la derrota de los
enemigos de Dios y el regreso de Cristo, cuando venga a juzgar a la Tierra y a
ser exaltado. “Delante de Jehová que vino; Porque vino a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia” (Salmos 96:13).
Lecciones de Ana
Probablemente Ana
jamás soñó cuando oró por un hijo, que algún día iba a ser un profeta de Dios,
un juez y un líder de la nación de Israel. Samuel se convirtió en un
sobresaliente siervo de Dios. ¡Probablemente nunca se imaginó que cuando
tuviera a Samuel, sería bendecida con más hijos! Y seguramente nunca se imaginó
que su oración iba a ser parte de las Sagradas Escrituras de Dios!
La vida de Ana muestra
que de hecho Dios si escucha y responde las oraciones de aquellos que acuden a
Él con fe. A pesar de las dificultades que podamos enfrentar en el mundo que
nos rodea, Dios siempre está ahí para ayudarnos. Así como oró Ana: “Porque de Jehová
son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo. El guarda los
pies de sus santos” (1 Samuel 2:8-9).
¡Ana creyó en Dios!
¿Qué hay de usted? ¿Tiene usted la fe que tuvo Ana?
Quiero resaltar un
punto más, para finalizar, cuando alguien te moleste, te desanime, derrama tu corazón
al Señor, Dios es fiel. Te ánimo y te invito a buscar de El, a derramar tu corazón
a EL, dile tus luchas y necesidades, preséntate delante de EL con ofrenda de paz
y amor, con humildad. Dios nos guie amada hermana y amiga, nos fortalezca, aun
en medio de tantas dificultades, circunstancias difíciles, necesidades y en
momentos en que alguien nos esté molestando, distrayendo, obstaculizando.
Tengamos fe y sigamos adelante.
Consejera Bíblica Certificada
Certificada en Teología Universidad FLET
Master en Docencia y Gerencia Universitaria
Certificada en Metodología de la Investigación
Escritora y Editora de Libros Cristianos para Mujeres y
Libros Educativos
Directora Ejecutiva Fundación Viviendo por Principios y Fe
República Dominicana
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